Paracaidas
Te creí paracaídas.
Un pañuelo.
Motas de polvo
que flotan
por encima
de
las
montañas
rojas.
Te creí sin brújula:
que me perdieras
detrás
de todas
las
fronteras.
Te creí
blues
y
que,
en las rocas
bemoles,
emergieras
/improvisada.
Te creí ceniza
para que me secaras los ojos
malheridos.
Y recogieras el tiempo,
a cuenta gotas,
para
que
nos
alcance.
Ven a esta mesa
Primero yo.
Luego vos
conmigo.
Te creí sin huellas,
para no dejar rastros,
ni voceros,
ni rendidos,
ni ingratos,
ni botellas,
ni fuertes de mármol,
ni pintas,
ni anzuelos.
Ni mendigos,
ni collados,
ni molinos,
ni poemas libertarios.
Te creí con las palabras contadas.
Con las manos
de algodón
en la boca.
Que hicieras
conmigo
un jardín en blanco y negro.
En la mitad de la noche,
cuando se hacen las noches
y los jardines.
Y entonces,
los dos escurriéramos todo lo maldito.
Primero vos.
Luego, yo con vos
y conmigo.
Te creí burbuja:
una corriente
que gira
en torrentes direcciones.
Que se repele así misma.
Y se conquista,
con arrebatada fuerza.
Te creí pétalos suspendidos
sobre fosas
de mazmorras
calcinadas.
Te creí Cenízaro que arañé,
para amedrentar
la fe
de un desahuciado.
Te creí quietud,
para poder bordear el desasosiego.
El hondo abismo de un vuelo hacia ninguna parte,
sin más misión
que el vacío
inexorable
de
esta
carretera.